
Por un segundo me sentí protagonista de un naufragio, me sentí arrastrada y embestida por la soledad. Después, simplemente desperté y al encontrarme con la imagen reflejada en el espejo sonreí, pues me di cuenta que me encontraba bajo el embrujo de Helena, la de Troya...yo era ella, capaz de convertir la alcoba en un campo de batalla, capaz de mover ejercitos. Al mismo tiempo era una estrella de mar, aquella que después de ser mutilada vuelve a renacer, enteramente nueva, enteramente entera, completa...
